Las relaciones entre Hitler y Franco




Las relaciones existentes entre Hitler y Franco han sido motivo de controversia desde el mismo inicio de la Guerra Civil Española. Para entenderlas es preciso comprender siempre los motivos políticos que suscitan. Prácticamente todo lo escrito contiene un estilo político que va desde la sumisión de Franco hacia Hitler hasta la sagaz política del Caudillo que supo sortear con éxito todas las tentativas alemanas de llevar hacia la guerra a España. Vamos a dejar hablar a los mismos protagonistas mediante sus conversaciones privadas, en el caso de Hitler, con sus conocidas “Conversaciones sobre la guerra y la paz” y, en el caso de Franco, las recogidas por el Teniente General Francisco Franco Salgado-Araujo en “Mis conversaciones privadas con Franco”. 


Las conversaciones privadas de Hitler ya se publicaron en España en el año 1953 pero fueron censurados todos los pasajes en donde aparecía Franco, así que hay que buscar en la edición de “Crítica” que se publicó en el año 2004 para encontrar a Franco. La primera mención que hace Hitler de Franco data del 16 de noviembre de 1941 y el Führer se refirió al nombramiento de Serrano Súñer como ministro de asuntos exteriores:



“El cuñado de Franco ha pasado a ser ministro de Asuntos Exteriores. No es habitual que una familia tenga el monopolio del talento. El nepotismo nunca ha sido una buena fórmula, pues permite que una obra cimentada con la sangre del pueblo sea sistemáticamente destruida”. 


El 5 de junio de 1942 Hitler fue informado de que Franco había concedido honores de mariscal de campo a la virgen de Fuencisla, por haber defendido Segovia durante la Guerra Civil. A Hitler le sorprendió mucho este acto (exactamente igual que nos sorprende en la actualidad, por cierto) y comentó:


“Tengo las más serias dudas de que de este tipo de absurdos pueda salir algo bueno. Estoy siguiendo la evolución de España con el mayor escepticismo, y ya me he hecho a la idea de que aunque ocasionalmente pueda visitar otro país europeo, nunca iré a España”. 


El 7 de junio de 1942 Hitler se refirió a las relaciones de la Iglesia con el Estado, dejando clara su postura contraria:


“Las actividades de la Iglesia en España no son distintas de las que la Iglesia católica lleva a cabo en nuestro propio país ni de las de la mayor parte de las iglesias en cualquier otro país. Cualquier iglesia, si está en condiciones de influir sobre el régimen civil, por cuestión de principios sólo apoyará o tolerará un régimen que no tenga ni reconozca más forma de organización popular que la situada bajo la égida de la Iglesia, de modo que sólo dependa, en lo que a la administración general se refiere, de la Iglesia en tanto que única dirección organizada del pueblo.


A no ser que esté dispuesta a renunciar a la lucha por el poder inherente propia a toda Iglesia que intervenga en política, en España la Iglesia no puede reconocer al actual régimen, que ha hecho de la Falange una organización para dirigir al pueblo español. De modo que para establecer relaciones definidas con la Iglesia, sólo hay una cosa que la Falange pueda hacer: limitar la intervención de la Iglesia a los asuntos religiosos, esto es, a los sobrenaturales. Sólo con que se permita una vez a la Iglesia ejercer la menor influencia sobre el gobierno del pueblo y la formación de las jóvenes generaciones, ésta intentará hacerse omnipotente; y es un grave error pensar que aceptando un compromiso la Iglesia pueda convertirse en colaboradora.




La situación internacional y los intereses políticos de la Iglesia católica en España hacen inevitable un enfrentamiento entre la Iglesia y el régimen de Franco, por lo que una nueva revolución entra dentro de lo posible. En un futuro no muy lejano, España bien podría tener que pagar con sangre el fracaso de no haber hecho una verdadera revolución nacional como las que se hicieron en Alemania y y en Italia”.

Aquí cabe precisar que Hitler acertó plenamente. En lo único que se equivocó fue en el papel de la Falange en España, que ya entonces, en 1942, comenzó a ser muy testimonial. Es precisamente el aspecto religioso el que ha distinguido a España históricamente. Bien es sabido, no obstante, que la Iglesia Católica nunca a correspondido a España como se merece, ya que siempre ha sido España la que ha salvado a la Iglesia Católica. Efectivamente, la Iglesia traicionó a Franco en repetidas ocasiones, no digamos ya a partir del Concilio Vaticano. Y la Iglesia sigue traicionando a Franco hoy día, cuando es bien conocido que fue Franco quien salvó a la Iglesia de perecer totalmente en España. Hitler no comprendía muy bien estos asuntos, ya que él tenía una postura similar a la actual, en la que la separación Iglesia-Estado es más marcada. 


Otro aspecto en el que Hitler incidía mucho, tanto con Mussolini como con Hitler, es el de la monarquía. Aquí también acertó plenamente, ya que Hitler siempre vio incompatible la monarquía con los estados fascistas:


“Creo que Franco es suficientemente inteligente para darse cuenta de que cualquier rey -si se decidiera por ello- como mínimo les licenciaría sobre la marcha a él y a sus seguidores, pues están salpicados por la responsabilidad de la guerra civil. No existen seres tan desmesuradamente estúpidos como los reyes”.


Efectivamente, Franco fue lo suficientemente inteligente como para no ceder ante la monarquía, sobre todo con el pretendiente al trono de la época, que lo mismo giraba hacia el fascismo que hacia las democracias occidentales. En ese aspecto Franco fue más bien un regente cuya idea fue educar a Juan Carlos antes de ponerlo en el trono. Como se ha visto, Hitler estuvo una vez más acertado, ya que según se murió Franco, Juan Carlos le traicionó en todos los aspectos. 


El 7 de julio de 1942 Hitler volvió a referirse a la situación española:


“Franco no tiene personalidad para enfrentarse a los problemas políticos del país. Y eso que él tuvo como punto de partida una situación mucho más favorable que la del Duce o la mía; pues nosotros dos no solo nos tuvimos que apoderar del Estado, sino que además hubimos de poner a las fuerzas armadas de nuestra parte. Por otra parte Franco tiene en sus propias manos tanto el poder político como la fuerza militar. Evidentemente es incapaz de liberarse de la influencia de Serrano Súñer, y ello pese a que en política éste es la personificación del cura y está engañando descaradamente a las potencias del Eje. 


De hecho, esos curas son extraordinariamente estúpidos. A través de Serrano Súñer están intentando dar un impulso reaccionario a la política española y restaurar la monarquía; pero de hacerlo solo conseguirán causar otra guerra civil a la que ellos, desde luego, no sobrevivirán. 


Hay que tener cuidado y no poner al régimen de Franco al mismo nivel que el nacionalsocialismo o el fascismo. Todt, que emplea en sus talleres a muchos de los denominados “rojos” españoles, me ha dicho en repetidas ocasiones que estos rojos no lo son en el sentido que damos nosotros a la palabra. Se consideran a sí mismos revolucionarios por derecho propio. Y se han distinguido grandemente como trabajadores aplicados y diestros. Lo mejor que podemos hacer es conservar tantas de esas personas como podamos, empezando por los cuarenta mil que hay en nuestros campos, y conservarlos como reserva por si estallara una segunda guerra civil. Junto con los supervivientes de la antigua Falange, formarán la fuerza más de fiar de que dispongamos. 


Franco y compañía pueden considerarse muy afortunados de haber recibido en su primera guerra civil la ayuda de la Italia fascista y de la Alemania nacionalsocialista. Pero, como los rojos españoles nunca dejan de explicar, ellos no iniciaron la cooperación con los soviéticos por motivos ideológicos, sino más bien porque se vieron obligados a ello -y en consecuencia arrastrados por una corriente política que ellos habían escogido- debido sencillamente a no tener otro apoyo.


Una cosa es completamente segura. La gente habla de una intervención de los cielos que decidió la guerra civil a favor de Franco; quizá sea así; pero el resultado no lo decidió una intervención de la señora llamada Madre de Dios, a quien se ha honrado recientemente con el bastón de mariscal, sino la intervención del general alemán Von Richthofen y de las bombas lanzadas desde los cielos por sus escuadrones”.


El 1 de agosto de 1942 Hitler volvió a insistir en que la ayuda aérea alemana fue la que decidió la victoria de Franco:


“Si en 1935 no hubiera decidido enviarle nuestro primer avión Junker, Franco nunca hubiera sobrevivido”. 


Hitler aseguró que había leído un libro sobre España:


“He leído estos días un libro sobre España. El español no tiene nada en común con el americano. De lo que el español sitúa por encima de todo, el americano no tiene ni la menor idea y recíprocamente el español no experimenta el menor interés por lo que apasiona a un americano. En el fondo, los americanos viven como cerdos en una porqueriza modelo”. 


Después, volvió el Führer a insistir en la mezcla de razas de los españoles:


“El pueblo español tiene una mezcla de sangre gótica, franca y mora. Del español puede hablarse como de un anarquista valiente. La época árabe -para los árabes, los turcos están a la altura de los perros- fue la más cultivada, la más intelectual y en todos los aspectos la época mejor y más feliz de la historia de España. Le siguió el periodo de las persecuciones, con sus incesantes atrocidades”. 


No sabemos qué libro leyó Hitler sobre España, pero es evidente que estaba equivocado en lo que respecta a la idílica época árabe de España. Que Hitler creía en la Leyenda Negra española es un hecho, como por otra parte, lo siguen creyendo la mayoría de los europeos. Hitler, como casi todos los europeos, no dio importancia al enorme esfuerzo realizado por España por expulsar a los moros de España y, al parecer, no se paró a pensar ni un minuto que sin ese esfuerzo español, la invasión árabe podría haber llegado hasta el mismo corazón de Europa y la historia hubiera sido otra muy distinta. Con respecto a las persecuciones inquisitoriales a las que se refiere Hitler, corresponden también a la famosa Leyenda Negra, ya que es bien sabido que hubo mayores persecuciones en territorio alemán que en el español, por no hablar de Inglaterra. 


El 5 de septiembre de 1942 Hitler volvió a referirse a Franco y España:


“Cuando Franco aparece en público siempre está rodeado de su Guardia Mora. Ha asimilado todos los amaneramientos de la realiza, y cuando el rey vuelva, ¡él será el caballerizo ideal!


Estoy completamente seguro de que la caída de Serrano Súñer fue provocada por el clero. Planeaba crear con Francia, Italia y España una Unión Latina para a continuación alinearla con los británicos, todo con la bendición del arzobispo de Canterbury, ¡y por añadidura un poco sazonada de comunismo!



Creo que una de nuestras más felices iniciativas fue permitir que una legión española luchase a nuestro lado. En la primera ocasión, condecoraré a Muñoz Grandes con la Cruz de Hierro con hojas de roble y brillantes. Será una buena inversión. Los soldados, sea cual fuere su origen, se entusiasmarán siempre por un jefe valeroso. Cuando regrese a España, habrá que equipar de arriba a abajo a esa Legión (y de manera magnífica), darle parte del botín y algunos generales rusos como trofeos. De esta forma harán una entrada triunfal en Madrid y su prestigio será invencible.


¡En conjunto, la prensa española es de de la mejor del mundo!”


Como asegura Luis E. Togores en su biografía de Muñoz Grandes, Hitler no comprendía la política española: “Comentó en su Cuartel General que la salida de Serrano del Gobierno era consecuencia de sus planes monárquicos y vaticanistas. El cese de Serrano, en septiembre de 1942, quitó momentáneamente cierto protagonismo a Muñoz Grandes, ya que Hitler pensó que sin Serrano en el Ministerio de Exteriores sería más fácil que España entrase en guerra. Una vez más Hitler se equivocaba. La llegada del anglófilo Jordana volvió a colocar a Muñoz Grandes en primer lugar de la lista de opciones que tenía el III Reich para influir en la política española”. 



Franco fue mucho más comedido y diplomático en sus conversaciones que Hitler. En sus comentarios no se observa ningún desdén. Las conversaciones de Franco fueron recogidas por su primo hermano Francisco Franco Salgado-Araujo:


Sobre la entrevista con Hitler en Hendaya:


“El Führer, al revistar las tropas que le rendían honores, estaba muy engallado, levantaba mucho la cabeza y lo hacía con aspecto hosco. Luego cambió el semblante cuando se metió en el coche-salón, y su cara adquirió un aspecto tranquilo y plácido, sonriente. Por esto me pareció teatral el primer aspecto de su persona. Hice todo lo posible para convencerle de que la guerra no estaba ganada ni mucho menos, pues al continuarla Inglaterra como estaba haciendo, ello hacía suponer que esta nación tenía la seguridad de que los Estados Unidos entrarían en la contienda. “¿Usted cree que la guerra va a ser larga? -me preguntó Hitler-; ello sería una gran complicación para nosotros.” “No le quepa la menor duda -le contesté-, y por ello, aunque crea en el triunfo de Alemania, España no está en condiciones de entrar en la contienda sin resolver antes muchos problemas, el principal de ellos el abastecimiento del pueblo”. El Führer, como si fuera un iluminado, afirmaba constantemente que la guerra estaba ganada y que el triunfo sería rápido. Comprendí claramente que el Führer no quedó muy satisfecho de la entrevista, lo cual era natural; como afirmó la prensa y se dijo en varias biografías y memorias de altos personajes, se marchó de muy mal humor. Conmigo estuvo siempre correcto y no exteriorizó ni un momento este mal carácter y genio que dicen que tenía”. 



Después habló S.E. del mariscal Rommel, diciendo:


“Era un excelente jefe de vanguardia. No me extrañó que quisiera suprimir al Führer, pues Rommel, lo mismo que otros generales alemanes, no tenían fe en el partido ni en la victoria. El Führer estaba endiosado y por eso no hacía caso del consejo de los generales; muy pocos se atrevían a aconsejarle, ya que la mayoría le tenían mucho miedo. En Alemania funcionaba una organización que sin ser masónica, sostenía relaciones con la masonería y tenía la misión de incrustarse en todos los organismos donde hubiese descontento por la guerra para aumentar éste. Por dicha organización se dijo que Inglaterra se enteró de todo cuanto iba a suceder en relación con el complot contra Hitler, y el mismo Mr. Churchill esperó dentro de un barco de su país la noticia de ya se habían cargado al Führer, teniendo tomadas todas las medidas para proceder en consecuencia. Hitler se apoderó de Noruega en contra de la opinión de los marinos, afirmando que aunque perdiera media flota no le importaba, pues si él no hacia esa operación, la haría Inglaterra, que estaba preparada para ello, y en ese caso la guerra la perderían irremisiblemente. Le salió bien lo de Noruega y lo de Francia ello explica la confianza que Hitler tenia en sí mismo y el desprecio que sentía por la opinión de los demás”. 


“El Führer era como un iluminado que se creía que estaba en posesión de la verdad, y se ponía furioso con los que no opinaban como él. A Rommel le consideró el Führer metido en el complot contra su vida, sin estar ello completamente demostrado; no obstante, ordenó suprimirlo”. 


El 6 de febrero de 1961, el Caudillo dijo:


“Hitler levantó en aquella época la fe del pueblo alemán, que estaba a punto de caer en el comunismo. Lo mismo le sucedió a Mussolini, en cuyo caso la Corona contribuyó mucho a frenar excesos, cosa que no se pudo hacer en Alemania por faltar este poder. Inglaterra sentía una enorme antipatía por estos regímenes totalitarios al ver el levantamiento y el poderío que estaban alcanzando estas naciones. Rusia también los odiaba, pues los totalitarios barrieron por completo al comunismo en sus naciones, que supieron elevar con energía, autoridad y patriotismo. Estos regímenes de Hitler y Mussolini, al perder la guerra, cayeron estrepitosamente, y en cambio Rusia, al triunfar con la enorme ayuda de los aliados, consiguió enormes ganancias territoriales y el fortalecimiento del comunismo. Es natural que a los soviets les agrade que las naciones de occidente tengan gobiernos liberales y democráticos, pues así los podrán derrotar más fácilmente, ya que la propaganda en contra de dichos gobiernos la pueden hacer impunemente”. 




El 17 de febrero de 1964 Franco y su primo comentaron el libro “Conversaciones de sobremesa del canciller alemán Hitler”. “Franco me dice: Serrano Súñer no hizo otra cosa que cumplir las instrucciones que yo le di; por lo tanto su conducta no tiene mérito especial”. 


El 26 de noviembre de 1964 Franco negaba la intervención e Mussolini y Hitler en la preparación del 18 de julio, a propósito de la película “Franco, ese hombre”:


“La haría quizá demasiado larga y sería pesada. Se abusa un poco de desfiles, yo creo que con el de la victoria de 1939 bastaba. Hay que tener en cuenta que la información de aquellas épocas por cine era poca y deficiente. Lo esencial es el recuerdo de las campañas africanas y de la vida política de aquellos tiempos. Todo ello informa a nuestra juventud que conoció ese periodo de la vida española, tan agitada por el comunismo internacional, que acudió a todos los medios para fomentar la desunión de los españoles y facilitar así el triunfo de la revolución organizada por Moscú; eso fue lo que evitó el Movimiento Nacional del 18 de julio, en cuya preparación para nada intervinieron ni Mussolini ni Hitler, como de forma insistente y faltando a la verdad ya a sabiendas nos achacan las democracias del mundo entero”. 


El 6 de marzo de 1965 Franco dijo:


“Yo, tú lo sabes bien, nunca he sido fascista ni hemos luchado nunca por el triunfo de ese ideal. Fui amigo de Mussolini y de Hitler porque nos ayudaron a combatir al comunismo. Pero nunca me sometí a ellos ni a su política, ni fui partidario de sus procedimientos de mando, sobre todo en el caso de los nazis; les pedí ayuda por haberse enfrentado a nuestro Alzamiento los demás pueblos que formaban en las filas de los aliados. Si ellos nos hubiesen ayudado yo hubiera estado con ellos. Pero no sólo no nos prestaron su apoyo, sino que favorecieron a los rojos. Así que hoy no podemos rechazar a los españoles que desean colaborar con nosotros. Además, nuestras relaciones económicas y culturales con la mayoría de los gobiernos del mundo nos animan a la transigencia en ideas políticas”. 


El 5 de julio de 1965 el Caudillo reacciona a un extenso artículo sobre Hitler y sus relaciones con España:


“El Führer no intervino para nada en la preparación del Alzamiento, y si a los pocos días se decidió a ayudarnos fue por haberlo pedido yo, como tú sabes, como también lo pedí a Mussolini, al ver que Francia y Rusia estaban dispuestas a ayudar a los rojos con una enormidad de material de guerra, tanto del aire como terrestre. Puede que sea verdad lo que dice este artículo de que a Hitler le moviese más la política antifrancesa que el deseo de la victoria del bando nacional. De no ser por la ayuda de los aliados al bando contrario, la guerra no hubiese durado un mes, la hubiésemos ganado nosotros, que teníamos más moral, mejores mandos y representábamos al Ejército español con toda su tradición. En el bando contrario se quedaron los semicomunistas o los que no se atrevieron a decir que estaban con nosotros. Yo pedí ayuda a quien creí que me la podía dar más fácilmente. Lo hubiese hecho a Inglaterra de no saber que esta nación, por una mala información, estaba convencida de que nuestro Movimiento tenía como objetivo defender el fascismo y atacar a la república. Nosotros, como tú bien sabes, nos levantamos en armas contra el gobierno al ver que aquello degeneraba en comunismo y que preparaban un golpe de Estado para el mes de agosto; así lo afirmaban Largo Caballero y demás líderes en la prensa, en proclamas, etc., como puede comprobarse examinando la prensa española de aquellos días y la de los partidos comunistas del mundo entero. Lo que sucedió es que esto no se dijo, se ocultó, y se inventó la leyenda de que nosotros éramos aliados de Hitler y Mussolini, enemigos de los aliados y de la democracia. Y sí lo éramos, pero de la democracia que nada tenía de tal y no hacía otra cosa que permitir que se gobernase sin garantías constitucionales, quemar conventos, destruir el Ejército español, cometer crímenes, actos de bandidaje, etc. Contra aquella anarquía se sublevó el Ejército, pero no lo hubiese hecho si la república hubiera sido un régimen democrático y de convivencia. Los militares nos sublevamos para salvar a la Patria del caos e impedir que a la sombra de tal estado de cosas se implantase la república comunista. Un ejemplo claro de que los republicanos demócratas nada representaban en aquel régimen fue lo sucedido a la escuadra española, que salió de El Ferrol cumpliendo órdenes del gobierno, y a pesar de ello, en la travesía hacia los puertos del Estrecho, fueron asesinados salvajemente por las clases subalternas de la Armada desde el almirante jefe al más modesto oficial. La orden de esta matanza la dio el comité de clases de Marina, situado en Ciudad Lineal; a ninguna de las víctimas se le preguntó si estaba o no con el gobierno. Se les asesinó sólo por el hecho de ser jefes y oficiales de Marina y nada más que por eso.


  No creo que nadie se quejara del comportamiento en España de los voluntarios alemanes, se portaron siempre heroicamente y fueron eficaces y correctos. Son de carácter distinto al nuestro, pero nuestras relaciones fueron siempre afectuosas. Conservo un gratísimo recuerdo de todos los generales extranjeros que tan eficaz y heroicamente lucharon en España para salvarnos del comunismo. 


Sobre la entrevista de Hendaya hay mucha exageración en lo que se dice en el artículo que comentamos. El Führer no me pidió en aquella ocasión que entrara en la guerra europea, pues siempre al hablar conmigo hacía alarde de que la guerra ya estaba ganada y que Inglaterra se rendiría al poco tiempo. Deseaba para mantener la paz una estrecha alianza con España antes de que lo hiciera Francia. Me ponderó el brillante papel que la Historia había reservado a nuestra Patria en el nuevo orden que se iba a organizar en Europa. Me negué diplomáticamente a ello, diciéndole que lo que España necesitaba era su reconstrucción, pues habíamos quedado muy quebrantados después de nuestra guerra. Le manifesté además mi absoluta convicción de que Inglaterra no estaba vencida y de que seguiría en lucha, en Francia, en la metrópoli o un sitio cualquiera de su gran imperio. Que no creyera que el pueblo francés estaba a su lado, “pues ahora siente más que nunca antipatía por las potencias del Eje”. En aquellos difíciles momentos, como en todo el tiempo que duró el conflicto mundial, no tuve otro afán que salvar la neutralidad de España. Estaba decidido a ello, costara lo que costase, y me hubiera defendido contra cualquier agresor, fuese Alemania o los aliados. Hubiésemos repetido la gesta de España contra Napoleón. Creo que Hitler se dio cuenta de mi manera de pensar y por ello nos respetó, lo mismo que Inglaterra y Norteamérica.”


Le digo que en el artículo que comentamos se dice que en las “memorias de la secretaria de Hitler” se manifiesta que a éste le causó una profunda desilusión la forma de actuar del Generalísimo; que le pareció ingrata y traidora. Franco dice:


  No creo que Hitler hiciese esas manifestaciones, pues tenía que comprender que por un motivo de gratitud no iba a meter a mi Patria en una guerra que causaría nuestra ruina y que no estaba decidida ni mucho menos. Siempre le agradecí la ayuda que nos prestó; pero nunca me consideré obligado a pagarle con la sangre del pueblo español jugándome la independencia de mi Patria. 


  Es verdad que para defender a España de un posible atentado a nuestra neutralidad fortifiqué la región pirenaica, haciendo diferentes líneas de trincheras hormigoneadas y dividiendo la región en cinco sectores estratégicos, como dijo La Vanguardia en un artículo publicado por el general Díaz de Villegas, al que alude el que comentamos del señor Roux. Tú has visto estas fortificaciones, que nos fueron muy útiles en la lucha que tuvimos contra los rojos que creyeron que podían conquistar España al finalizar la guerra europea. Los alemanes en los últimos días de la contienda estaban muy apurados y tenían que recurrir a todos los que creyesen que podían ayudarles. 


  También los aliados estuvieron a punto de violar nuestra neutralidad invadiendo las islas Canarias. Ello me tuvo muy preocupado. Afortunadamente desistieron de estos planes. Gracias a Dios conseguí lo que era mi mayor preocupación, tener a España apartada del conflicto”.


El 10 de junio de 1968 Franco dijo:


“Mussolini era una persona muy ponderada y de gran patriotismo. Se diferenciaba de la exaltación e irreflexión del Führer, que no sabía dominarse y arremetía contra todo el mundo, causando muchas víctimas inocentes y de gran valer que pudo haber tenido a su lado. La diferencia de carácter entre los dos líderes fue grande y el error del Duce, ya te lo he dicho, fue creer que la guerra estaba ganada cuando Alemania se apoderó de Francia en 1940. Temió llegar tarde al disfrute de la victoria”. 

2 comentarios:

  1. Sobre las table talks pienso lo mismo que escribiste tu en el antiguo blog En mi opinión el libro es autentico aunque estoy seguro que hugh trevor roper ha metido la mano en ellos para ensuciar el legado del nacionalsocialismo. Este libro no puede ser una fuente limpia y de primera como pueda ser mi lucha o los discursos de Hitler.


    El odio y desconfianza que Hitler tenia a Ramon serrano suñer estaba en lo cierto, ese sujeto era un arribista que aunque no era falangista quiso utilizar a la falange y su poder de ministro de asuntos exteriores para ser el presidente de españa en la sombra y relegar a Franco a una figuro simbólica sin poder por eso el caudillo acertadamente lo aparto del poder a pesar de ser su cuñado, en su vida personal era un miserable que dejo embarazada a una mujer y nunca vio a su hija ilegitima.


    Es totalmente cierto lo que dice el Führer sobre que los Junkers que envió el 18 de Julio a Ceuta y tanger fueron los que garantizaron la victoria del bando nacional en la guerra de liberacion porque esos aviones transportaron legionarios y regulares a sevilla donde el general queipo del llano quedo aislado con sus tropas, luego en agosto llego a algeciras el convoy de la victoria y consiguieron enlazar con la peninsula pero si antes no hubieran llegado esos soldados de elite la guerra se hubiera perdido


    Yo también detesto la admiración que tienen algunos alemanes como Hitler o algunos anglosajones como barack obama cuando dicen que Al-andalus era un paraíso, tiene parte de razon solo en la epoca de abderraman III que convirtio a cordoba en la ciudad mas culta del mundo con una gran biblioteca con volúmenes de la época clásica griega donde los filósofos y científicos realizaron muchos avances en matemáticas, medicina, arquitectura pero ese avance se debe a los españoles convertidos al islam el arquitecto de la alhambra se llamaba Abu Alahmar que significa pelirrojo. Luego vino la invasión de los almoravides y almohades y estos musulmanes africanos si eran radicales como alqueda o los talibanes. Pero no todos los alemanes tienen esa admiracion por al-andalus, el escritor Johann Gottfried Herder tradujo al alemana el poema del mio cid y gracias a el este cantar se dio a conocer en toda Europa y el General Friedrich von Cochenhausen tambien menciono a el cid campeador en la jura de bandera de la division azul


    El Führer fue muy agradecido con la prensa española y no es para menos porque la linea editorial de todos los periódicos españoles siempre fue proalemana hasta el final. El único corresponsal proaliado fue augusto assia pero el abc lo mando en 1943 a londres y lo remplazo por el progermano carlos sentis que era un gran profesional.


    Un saludo tocayo y gracias por este gran articulo porque es realmente impresionante!!!

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    1. Hola. Muy interesante tu comentario, como siempre. Por supuesto, es acertado lo que dijo Hitler sobre que Franco debería haber hecho un monumento a los Junkers je je. En todo caso, Franco siempre estuvo agradecido, y así lo hacía saber, a la ayuda alemana. Por cierto, España pagó puntualmente su deuda con Alemania por la ayuda prestada en la Guerra Civil. Creo que la terminó de pagar en vida de Hitler.

      Han pasado muchos años desde mi anterior blog. Antiguamente la figura de Franco no me gustaba. Sin embargo, con el tiempo y bastantes lecturas, he llegado a ver a Franco de otra manera. Hay que reconocerle la prudencia y astucia de su política. Como el mismo Franco temía, si llevaba a España a la guerra corría el riesgo de desaparecer. Por otra parte, y gracias a la Ley de Memoria Histórica (ahora "democrática") he leído bastante sobre las causas de la Guerra Civil, y ya no veo a Franco como lo ven la mayoría de los españoles, que no están informados. No creo que hubiera surgido un Franco de no ser por la nefasta política de la 2ª República. Digo esto porque hace años yo veía a Franco y a su dictadura de otra manera. Al final, no hay nada mejor que leer e informarse. Así que, en mi caso, la nefasta Ley de Memoria Histórica les ha salido rana a los socialistas.

      Me ocurría algo parecido con la España musulmana. Y resulta que hasta el mismo Hitler estaba influenciado con la Leyenda Negra. No le vamos a culpar por ello, ya que prácticamente todo el mundo sigue creyendo en esa Leyenda Negra. Me abrió los ojos la historiadora María Elvira Roca Barea y, gracias a ella, he profundizado en otros historiadores.

      Sí, reconozco que me resulta curiosa la apreciación de Hitler sobre la prensa española. Era un hombre al que prácticamente nada pasaba desapercibido.

      Al final, resumiendo sobre la relación entre Hitler y Franco, la cuestión fundamental a la que Hitler daba una importancia muy grande, es la monarquía, que como sabes detestaba. Y mira por donde, el tiempo ha terminado por darle la razón, ya que Juan Carlos I ha sido un desagradecido con Franco, que se lo dio todo. Lo mismo cabe aplicar a la Iglesia Católica, de la que Hitler tampoco se fiaba.

      Saludos amigo,

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