La muerte de Hitler. Jean-Christophe Brisard y Lana Parshina

 



Este trabajo sobre los archivos “secretos” del KGB, del realizador francés Jean-Christophe Brisard y de la traductora y cineasta ruso-estadounidense Lana Parshina, no ha aparecido en el mercado español, por lo que adquirí esta edición mexicana. 


Los autores se hallaron ante un pedazo de cráneo:


Ese pedazo de cráneo parecía inaccesible aún esta mañana. Después de meses y meses de negociaciones interminables, de repetidas solicitudes hechas por correo electrónico, por correo convencional, por teléfono, por fax, por conversaciones personales con funcionarios obstinados, por fin nos encontramos frente a este fragmento humano. A simple vista, se trata de una buena cuarta parte de una bóveda craneal, la parte posterior izquierda (dos parietales y un trozo de occipital, para ser exactos). El objeto de tanta codicia por parte de historiadores y periodistas de todo el mundo. ¿Es de Hitler como aseguran las autoridades rusas? ¿O corresponde a una mujer de unos 40 años, como lo afirmó hace poco un científico estadounidense? Preguntar eso en el edificio del GARF sería como hablar de política, poner en duda la palabra oficial del Kremlin. Una opción impensable para la directora del archivo. Completamente impensable. 


¿Pertenece a Hitler? ¿Rusia miente?”


El estilo del ensayo deja mucho que desear. En ocasiones parece más una novela que un estudio serio. Brisard utiliza un lenguaje muy manido y generalista: “Recordar que se trata quizá del último resto humano de uno de los mayores monstruos políticos que ha conocido el planeta, le añade una sensación de repugnancia a la decepción”. Mal comienzo. Brisard echa leña al fuego al reavivar afirmaciones que ya han dejado de ser serias. Cierto que los medios de comunicación, obsesionados a diario con Hitler, son todo menos serios. Así, Brisard afirma tranquilamente algo tan absurdo como que “mientras falte esta prueba definitiva de ‘tamaño natural’, el fantasma de Hitler atormentará la mente de las personas”. Una exageración. Además nos encontramos con comentarios totalmente fuera de tono, como cuando insinúa que una funcionaria rusa lleva peluca. Tonterías como esa abundan en el libro, lo que le resta bastante credibilidad. 


El libro menciona el hecho de que para la Rusia de Putin nada ha cambiado con respecto a la victoria de la Unión Soviética y Stalin:


"El 27 de abril de 2000, un día antes del quincuagésimo quinto aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi, Moscú inaugura una gran exposición de sus archivos secretos. El nombre no deja ninguna duda sobre las intenciones del presidente ruso: «La agonía del Tercer Reich, el castigo». Algo nunca visto. En total, se muestran al público 135 documentos inéditos. Los mismos documentos que los historiadores de la Segunda Guerra Mundial sueñan con consultar desde hace medio siglo. Informes del servicio secreto soviético clasificados como «ultrasecretos», fotografías, objetos..., todo aquello que permite descubrir cómo fueron los últimos instantes de Hitler en su búnker. También presentan el diario de Martin Bormann, el secretario y amigo íntimo del Führer. «Sábado 28 de abril. Nuestra cancillería imperial no es más que un montón de ruinas. El mundo pende de un hilo [...] Domingo 29. Tormenta de fuego en Berlín. Hitler y Eva Braun se casaron». Fotos de los hijos de Goebbels, cartas de funcionarios nazis como Albert Speer, el arquitecto del régimen y ministro de Armamento: «Hitler está visiblemente descompuesto. Se ha transformado en un manojo de nervios y ha perdido el control de sí mismo por completo». Pero la atracción especial de la exposición está en otra parte, en una sala especial. Un artículo del periódico Le Monde describe la escena: «En medio de una sala sobre un pedazo de suave tercio pelo rojo, un fragmento calcinado de cráneo, perforado por una bala, destaca en una vitrina»

Me ha sorprendido lo de los diarios de Bormann. Nunca los he visto publicados, ni siquiera algún extracto. Sorprende que el híper activo de Bormann tuviera un minuto libre al día para dedicarlo a un diario, menos aún en los últimos días del Búnker. En todo caso, David Irving sí hace mención a los diarios de Bormann y hace mención a la frase: “Sobre el filo de una daga se sostiene ahora el mundo”. 


En el año 2009 se hizo famosa la noticia de que el cráneo que se conserva en Moscú pertenecía en realidad a una mujer de entre 20 y 40 años:


El asunto causó un gran revuelo en la época. Nick Bellantoni, profesor de Arqueología en la Universidad de Connecticut de Estados Unidos, afirmó haber tomado una muestra del cráneo. Dicha muestra de hueso después se analizó en el laboratorio de genética de su universidad. Y el resulta do se difundió en un documental transmitido por la cadena estadounidense History Channel. «La estructura ósea tiene una apariencia muy fina», describió el arqueólogo estadounidense. «Los huesos masculinos son mucho más robustos, y las suturas que unen las diferentes partes del cráneo corresponden a un ser humano de menos de 40 años». Bellantoni estuvo a punto de destruir la hipótesis de las autoridades rusas. Con los estudios de ADN como prueba, afirmó además, que el cráneo conservado en Moscú pertenecería a una mujer. Nada que ver con Hitler. Renació la duda. Las teorías de conspiración y de la huida del Führer encontraron un nuevo eco con las revelaciones de los estadounidenses.”


Lo cierto es que ni los que hicieron el documental son concisos cuando se les pregunta sobre cómo consiguieron extraer un trozo del cráneo. La productora Joanna Forscher dijo al respecto:


“Me hacen esa pregunta con frecuencia y, por desgracia, no puedo revelar los detalles de la manera como obtuvimos acceso al cráneo. De cualquier forma las circunstancias de nuestro acceso ya no pueden ser reproducidas”. 


Así que la “prueba” occidental de que el cráneo de Moscú pertenece a una mujer, queda en entredicho. 


Ya con el famoso cráneo entre las manos, y aunque presenta un orificio que pudo ser causado por un arma de fuego, los rusos prefieren la teoría de que Hitler no tuvo el valor de dispararse y se envenenó: “El servicio secreto soviético destaca lo que parece la salida de un proyectil. Si este cráneo es del dictador nazi, entonces le dispararon en la cabeza. Una hipótesis sacrílega en 1975. Hasta la caída de la Unión Soviética, Moscú no daría el brazo a torcer. Hitler se suicidó con veneno, el arma de los cobardes a los ojos de los líderes soviéticos. Esta versión, validada por Josef Stalin, no se sostendría si el cráneo con el agujero de bala se hacía público”. 


Los rusos basaron sus investigaciones sobre los últimos días de Hitler en los interrogatorios a los ayudantes del Führer, Otto Günsche y Heinz Linge. Todos sus testimonios están recogidos en el libro “El Informe Hitler”, editado por Henrik Eberle y Matthias Uhl. Brisard recoge también las declaraciones de otros testigos. Como los torturadores soviéticos recibían declaraciones contradictorias, Brisard soluciona el problema asegurando que como se trataba de nazis fanáticos era natural que quisieran engañar a los rusos. No hay ser humano, por fanatizado que esté, capaz de resistir a la tortura estalinista. Esto es lo que asegura Brisard:


La imprecisión de los testimonios enloquece a los investigadores. ¿Los prisioneros lo hacen a propósito? Hay una buena probabilidad de que así sea. No olvidemos que, para los nazis, los comunistas encarnan el mal absoluto (justo después de los judíos, según la doctrina de Hitler, por supuesto). Resistir, mentir o distorsionar la realidad puede parecer natural para los hombres impulsados por un fanatismo nazi aún vivo. Como sea, sus respuestas contradictorias complican el establecimiento preciso de los hechos que precedieron a la caída del búnker de Hitler”. 


Ni en el peor de los documentales de National Geographic encontramos conclusión tan absurda. 


En la segunda parte del libro se hace un relato de los últimos días de Hitler. Parece escrito por un comisario soviético:


Los sobrevivientes del búnker en el que se refugiaron son quienes dan los detalles de los últimos momentos del Führer. Esos hombres y mujeres son sobre todo militares y civiles (principalmente sus secretarios). Sus testimonios deben tratarse con precaución. No olvidemos que todos pertenecían al nazismo y, en diferentes grados, admiraban a Hitler.


Estas declaraciones provienen de dos fuentes diferentes: los interrogatorios conducidos por los soviéticos y/o por los Aliados después de arrestar a los testigos, así como de las memorias de estos publicadas luego de su liberación y algunas entrevistas.


En el primer caso, la información se obtiene voluntariamente o por la fuerza y de ninguna manera está destinada a darse a conocer ni a revelarse al público o en general; en el otro caso, procede libremente de los propios individuos. Eso les permitió justificar sus acciones ante el mundo entero y, en la mayoría de los casos, deslindarse del régimen nazi”. 


Como vemos, el autor casi defiende la tortura a los malvados nazis antes que sus memorias. Por otra parte, no es cierto que todos los protagonistas de los últimos días de Hitler “pertenecían al nazismo”. En todo caso, y tratándose de un ensayo que pretende brindar la verdad sobre el paradero de los restos de Hitler, este relato de los últimos días de Hitler deja mucho que desear. Está lleno de errores y contradicciones perfectamente superadas a estas alturas. Así pues, nos encontramos con frases tan absurdas como que “la idea del suicidio no desagrada a Hitler; no el de él, sino el de su pueblo. El suicidio como el sacrificio máximo de su ideología mortífera”. Al respecto en la reciente biografía de Hitler escrita por Brendan Simms llega a otra conclusión: “Pese a su escalofriante retórica, el Führer no esperaba ni tampoco deseaba que la derrota del Tercer Reich desembocara en la aniquilación del pueblo alemán”. Tampoco es verdad que Hitler deseara el suicidio de sus seguidores. Simms lo vuelve a asegurar: “El Führer ordenó a Keitel, Jodl y Bormann dirigirse hacia el sur a fin de llevar a cabo las operaciones globales desde allí. Esto explica por qué Hitler se sintió personalmente decepcionado por el número de líderes del partido que se apresuraron a abandonar la ciudad a la vez que estaba conforme con dejarles marchar. Su intención no era tomar como rehenes a ninguno de ellos ni de sus otros seguidores. Por el contrario, Hitler instó a aquellos que no desempeñaban ninguna función importante -ya fueran secretarios, cocineros o ministros- a abandonar la ciudad. Le dijo a Morell que se fuera a casa, se deshiciera de su uniforme e hiciera “como si nunca me hubieras conocido”.


Después Brisard incurre en contradicciones. El 20 de abril de 1945, último cumpleaños del Führer “es una fecha sagrada en la Alemania nazi, casi el equivalente al 25 de diciembre. Entonces, ¿cómo evitar que los fanáticos más fervientes del régimen celebren a su héroe?”. Sin embargo, unas líneas más adelante afirma que “uno por uno, estos apparatchiks saludan al Führer como señores feudales a su señor, más obligación que por gusto”. Pura contradicción. 


A Brisard también le llama la atención que durante todos los cumpleaños de Hitler, los libros de visitas estuvieran llenos de firmas, pero que en su último cumpleaños apenas las había. Es una conclusión de chiste. Para rematar, Brisard deja constancia de que el “representante del Vaticano ya no se atrevió a firmar este libro que ahora está maldito. Sin embargo, el nuncio apostólico no se perdió una sola ceremonia nazi desde 1939. Todavía estuvo presente en la fiesta de Año Nuevo, el 1 de enero de 1945. Su caligrafía tan esmerada plasmada en estas páginas golpeadas por la infamia atestigua los lazos diplomáticos que de ahora en adelante serían incómodos”. Brisard ni si quiera menciona el nombre del nuncio, que fue Cesare Orsenigo. Tampoco menciona que no pudo firmar en el libro de visitas, por la sencilla razón de que no se encontraba en Berlín. En la misma Widipedia se afirma que el nuncio se mudó a Baviera en febrero de 1945. El autor aprovecha la ocasión para cargar contra la Iglesia Católica. 


Un poco más adelante, se refiere a las investigaciones atómicas de Alemania como “el loco proyecto de Hitler”. Esto es de un infantilismo caricaturesco ya que, como es bien sabido, los Estados Unidos también investigaban el “loco proyecto de Hitler”. 


El 22 de abril de 1945 a Hitler le despierta la artillería rusa. “¿Quién se atreve a perturbar de esa manera su sueño?”, se pregunta retóricamente Brisard, para asegurar en el párrafo siguiente que “desde hace varios meses, Hitler sufre de insomnio y se acuesta a las cuatro-cinco de la mañana… Hitler no acepta que pueda estar despierto a las diez”. Brisard ha debido inspirarse en la película “El Hundimiento” para sacar sus conclusiones. En más de una ocasión se hace evidente. Apenas maneja bibliografía. David Irving asegura en “La Guerra de Hitler”, que el Führer era perfectamente consciente de que “cabía la posibilidad de que por la noche los rusos estuvieran luchando en el distrito gubernamental”. Así que resulta absurdo el empeño de Brisard de presentar a un Hitler incrédulo al que los rusos no dejan dormir. Lo cierto es que Hitler apenas dormía. En las actas militares de abril de 1945 dijo: “Ya no puedo dormir; y si alguna vez me quedo realmente dormido, entonces vienen los bombardeos”. 


Más adelante Brisard asegura que Hitler publicó en la página principal del periódico Der Panzerbär (“El Oso Blindado”) el día 24 de abril de 1945 la que sería su última declaración pública:


“Recuerden: aquellos que respalden o simplemente aprueben las instrucciones que debilitan nuestra perseverancia, ¡son unos cobardes! Deben ser condenados inmediatamente a ser fusilados o colgados”.


Esta última declaración de Hitler es, por supuesto, falsa. No se menciona en ninguna biografía. Es más, Brisard tampoco nos dice de qué fuente la ha sacado. En todo caso, basta comprobar la hoja del Der Panzerbär para darse cuenta de que no existe:



Después, dice Brisard que “a casi diez metros bajo tierra, Hitler y sus últimos seguidores no imaginan el infierno que viven los berlineses”. Otra falacia, claro. Hitler era perfectamente consciente del sufrimiento que vivía el pueblo alemán. De hecho, es sabido que sufría por los bombardeos de las ciudades alemanas. “Hitler parece muy relajado. Juega con su pastor alemán”, asegura Brisard. 


Nuevas incoherencias, como que “Eva Braun se siente muy cómoda en el búnker. La mujer de 33 años está más radiante que nunca. Saborea estos momentos históricos con pasión. Por fin, la amante del Führer puede existir plenamente. Hitler está demasiado débil para no necesitarla”. Afirmaciones semejantes, no son propias de un historiador. Claro que Brisard es periodista. 


La epopeya de Hanna Reitsch y von Greim es relatada de manera chapucera. Brisard afirma que los dos pilotos no se atrevieron a interrumpir a Hitler: “la avalancha de odio del hombre por el que acaban de arriesgar sus vidas los deja petrificados”. Sin embargo, en las memorias de Reitsch, no hace mención a ninguna “avalancha de odio”. Después Brisard asegura que tanto von Greim como Reitsch “deseaban morir con su Führer, un privilegio supremo… con una voz muy pequeña, me dijo ‘Hanna, eres una de las que morirá conmigo. Cada uno de nosotros tiene una cápsula de veneno como esta”. Pero en sus memorias Hanna Reitsch no afirma nada semejante: “me entregó dos ampollas con veneno letal para que tuviéramos, Greim y yo, la libertad de hacer uso de ellas en cualquier momento”. Como vemos, nada que ver con el fantasioso relato de Brisard. 


En lugar de celebrar una reunión  informativa militar por enésima vez, decide organizar una reunión un poco especial. La llama sobriamente ‘Reunión de suicidio’. Tranquilamente, frente a un séquito aturdido, explica con detalle sus planes para que todos se suiciden llegado el momento. En otras palabras, cuando los soldados rusos pongan un pie en el jardín de la Cancillería, todos deberán acabar con sus vidas”. ¿Qué fuentes utiliza Brisard para llegar a semejantes conclusiones? No se sabe. No aparecen por ningún lado. Más bien se trata de un relato personalizado ideado para un consumo popular, pero poco creíble.  Para rizar más el rizo, Brisard asegura que Hitler mandó detener a Fegelein porque sabe que no cumplirá con su voluntad del suicidio colectivo. De chiste. Las siguientes declaraciones sobre Fegelein son dignas del delirio. Nada es creíble. Merece la pena exponerlas:


Como cuñado de Eva Braun, ¿no es casi parte de la familia de Hitler? Se casó con Gretl Braun en junio de 1944 con el único propósito de protegerse del círculo más cercano Führer, los Bormann, los Goebbels y otros, que tanto lo odian. Enseguida se dieron cuenta de que jamás ha creído en el nazismo ni en el culto del ser superior, el alemán ario tan apreciado por Hitler. Fegelein ama demasiado a las mujeres, la vida y el dinero como para admirar una doctrina tan severa como mortal. ¿Y no es uno de los ‘favoritos’ de Hitler? ¿No fue él el primero en desearle feliz cumpleaños el 20 de abril? Van a perdonarle todo. Qué mal conoce al Führer. Si, en un principio, no quiso castigarlo asignándolo a una unidad de combate en el centro de Berlín, Hitler termina por cambiar de opinión. Fegelein será juzgado por deserción por un consejo de guerra improvisado. La pena que se arriesga a recibir es la muerte. Eva Braun no hace nada por defender a su cuñado. Incluso le revela a Hitler que la llamó por teléfono el día anterior. Quería convencerla de que huyera de Berlín con él. Esto es lo le habría dicho: “Eva, tienes que dejar al Führer si no logras sacarlo de Berlín. No seas tan tonta, ¡ahora es de vida o muerte!”. 


Este párrafo no se sostiene de principio a fin. Es pura fantasía. Nada de lo que Brisard afirma es verdad. 


Ya entrados en el 28 de abril, Brisard afirma que en cuanto se esparce la noticia de que el búnker va a caer “todos en el refugio piden que les den su cápsula de cianuro. No hay suficientes para todos y solo algunos elegidos tienen el honor”. Por supuesto, no especifica ni la fuente de semejante afirmación ni los “elegidos”. Puro amarillismo. Ya el día 29 de abril Brisard asegura que Hitler está seguro del éxito que encomienda a von Greim de dirigir los ataques aéreos alemanes contra las fuerzas soviéticas en los alrededores de Berlín. Otra idiotez. 


Brisard asegura que Eva Braun estalló en jubilo ante su casamiento con el Führer. Es más, asegura que fue ella la que insistió ante Hitler para que se casaran: “no puede resignarse a la idea de morir sin llevar oficialmente el apellido del hombre que ama”. Después afirma que Hitler, al que Alemania “ya no lo satisface y no merece su amor, decide romper sus votos y, entonces, queda libre para unirse a Eva Braun”.  Brisard provoca risas, por no decir poca vergüenza. También afirma que, “tal vez”, Hanna Reitsch estaba enamorada de Hitler. El colmo viene cuando  asegura que la pobre Eva Braun desconocía su regalo de bodas, es decir, su muerte. 


Para dar un aire más siniestro y criminal al asunto, asegura que Blondi, la perra de Hitler, murió “después de unos minutos de intenso sufrimiento” y que Hitler se tranquilizó por ello, al comprobar que el veneno surtía efecto. Pero ¿cómo iba a utilizar un veneno que produce intensos sufrimientos en él o en su mujer? Es ridículo. Es bien sabido que Blondi cayó fulminada al instante. “El animal cayó a un lado como tocado por el rayo” (“El Hundimiento, Joachim Fest).


A partir de la muerte de Hitler, Brisard se centra en encontrar las pruebas de los restos de Hitler así como de documentos y objetos personales, para lo que realiza varios viajes a Moscú. Brisard y Lana Parshina tienen acceso a esos preciados objetos. Se trata de una chaqueta con las medallas utilizadas habitualmente por Hitler: “un medallón de borde rojo y blanco con una esvástica en el centro, una medalla militar y una última insignia oscura que representa un casco militar sobre dos espadas cortas cruzadas… el medallón es la insignia oficial del Partido Nazi, la medalla militar es una Cruz de Hierra de primera clase, y la última es la insignia de los heridos de la Primera Guerra Mundial”. Esto es lo que se les muestra:



Informe original del servicio secreto soviético sobre el descubrimiento, el 5 de mayo de 1945 de los cadáveres de una pareja frente al búnker de Hitler. 

Cofre que contiene, según los archivos del FSB, la prótesis de Goebbels y la cigarrera de oro que Hitler regaló a Magda Goebbels.

Copia original del informe secreto de la contrainteligencia soviética sobre la inhumación secreta de Adolf Hitler y su esposa el 4 de junio de 1945 en un bosque cerca de Rathenow. 


Dejando de lado toda la fantasía publicada sobre el paradero de Hitler durante la Guerra Fría y el empeño de la Unión Soviética en afirmar que Hitler se suicidó mediante el veneno, por resultarles este método más cobarde que el tiro de una pistola, lo fundamental es saber si los restos que se encuentran en Moscú pertenecen a Hitler. La eterna duda de si Hitler se pegó el tiro en la sien o en la boca:


Después de la sangre, la otra pista fundamental de la contrainvestigación son las dos piezas de cráneo recuperadas frente a la entrada del búnker de Hitler. Estaban en el mismo lugar donde los supuestos cuerpos de Hitler y de su esposa se descubrieron un año antes. Estos nuevos huesos se escondían a una profundidad de 60 centímetros. Semenovski los analiza y concluye que son fragmentos de una misma bóveda craneal. Los ensambla para formar una sola pieza. Según él, este hueso es el de un hombre adulto. Por supuesto, el agujero que perfora la parte superior no escapa a su mirada. Enseguida considera la teoría de la bala de un revólver. El ángulo de salida del proyectil le indica que el tiro se disparó de abajo hacia arriba, de derecha a izquierda, hacia atrás. Con mucha seguridad en la boca o debajo de la barbilla, y no en la sien como afirma Linge. ¿El ayuda de cámara de Hitler miente sobre eso? Los investigadores rusos tienen serias dudas sobre la fiabilidad de sus respuestas. Ya lo hicieron ceder sobre su versión del suicidio del Führer, sobre todo en cuanto al disparo que hizo Hitler”.


Günsche también afirmó que Hitler se disparó en la sien. 


Las declaraciones del dentista de Hitler, Hugo Johannes Blaschke:


El dentista no tiene las radiografías ni el expediente de su paciente, pero su memoria es perfecta. Proporciona información de primera importancia para nuestra investigación, en especial el hecho de que Hitler padecía severos problemas dentales. Tenía varias caries extensas. También era propenso a la gingivitis y sufría de halitosis (mal aliento). Se hicieron muchos puentes para sostener sus dientes. A pesar del cuidado, el dolor de los dientes no cesaba. ‘A finales de septiembre de 1944 me llamaron al cuartel general”, dice Blaschke. ‘Hitler se quejaba de las encías de la mandíbula superior. Estaba en cama. Como me informó su médico, el doctor Morell, tenía una inflamación en la zona nasofaríngea’. 


Trozos del sofá en el que Hitler se habría suicidado y el pedazo de cráneo en una caja de disquetes. 

Fragmento de la bóveda craneal que se conserva en el GARF, en Moscú.

Pedazos de la mandíbula de Hitler. 

Radiografía de la cara de Hitler. 

Dientes atribuidos a Hitler. 


Estas son las reliquias y documentos a los que tienen acceso Brisard y Lana Parshina. La inutilidad del ensayo nos viene dada al final del libro, cuando el autor recurre a las fuentes ya consabidas de Kempka, Günsche o Linge por mucho fragmento de sarro que lograran extraer de las placas dentales y que no delataron absolutamente nada. Por otra parte, el eterno debate de si Hitler se disparó en la boca o en la sien, es muy antiguo. Fueron los británicos los que divulgaron lo del tiro en la boca, tras el estudio de Trevor-Roper. Si el cráneo de Moscú perteneció a Hitler, ¿tan difícil para un experto es determinar si el agujero que tiene salió de un disparo en la boca o en la sien? No se sabe si el cráneo perteneció a Hitler pero, en cambio, sí se afirma que los dientes fueron del Führer:


¿Los fragmentos de sarro le permiten responder estas dos preguntas? ¿La teoría inglesa de 1945 sobre la muerte de Hitler es errónea? ¿Trevor-Roper estaba equivocado?


- El estudio químico de la superficie del sarro nos permitió buscar rastros de metales que se encuentran cuando hay un disparo en la boca. Por lo general, hay gases de combustión, polvo, incandescencia, que se depositan en la cavidad bucal, la lengua, las mucosas… y, por lo tanto, en el sarro. Pero no encontramos nada.


¡Entonces Hitler no se disparó en la boca!


Kempka mintió cuando afirmó que Günsche, el edecán, había imitado el gesto de un disparo en la boca.


Incluso Günsche declararía en 1956 en sus audiencias con los tribunales alemanes que Kempka había inventado todo. Aquí está su declaración:


‘Descarto la posibilidad de que Hitler se disparara en la boca. Además, me gustaría insistir en el hecho de que no hablé con nadie en el búnker sobre cómo se disparó Hitler en la cabeza ni bajo qué circunstancias. Solo le dije a algunos presentes que Hitler se había disparado y su cuerpo, quemado’.


Hubo que esperar medio siglo para darle la razón a Günsche, y sin ninguna duda. La ciencia prevalece sobre todos los testimonios reunidos, sobre la emoción, sobre los intentos de manipulación. Y confirma la versión tantas veces repetida por el hombre que descubrió primero los cuerpos de Hitler y Eva Braun: Heinz Linge, el fiel ayuda de cámara del dictador. Durante los interrogatorios dirigidos por los soviéticos, en las entrevistas concedidas a periódicos, emisoras de radio y cadenas de televisión, en sus memorias publicadas después de su muerte de 1980, siempre presentó el mismo escenario:


‘Cuando entré, a mi izquierda, vi a Hitler. Estaba en la esquina derecha del sillón… La cabeza de Hitler estaba ligeramente inclinada hacia delante. En su sien derecha, había un agujero del tamaño de una moneda de diez centavos”.

4 comentarios:

  1. Tocayo te recomeindo que veo la joya documental ¿ Qué paso realmente con Hitler? En 1993, en uno de los archivos de la KGB en Moscú, se permitió filmar por primera vez, y con un permiso oficial, uno de sus secretos mejores guardados. Cuidadosamente envuelto en un papel, mostraban al mundo restos de lo que dicen es el cráneo de Hitler. En el cráneo aparece un orificio de bala, según el cual Hitler se habría disparado en la boca, pero la historia oficial es que Hitler se disparó en la sien... Por otro lado, ¿por qué los rusos mostraron tan sólo un fragmento de cráneo? Una prueba de ADN solucionaría con casi total certeza las dudas sobre si ese fragmento de cráneo es o no de Hitler. Si los rusos afirman su autenticidad, ¿por qué no se comparan las muestras de ADN de ese fragmento con muestras del ADN de parientes de Hitler muertos?

    Lo que a Hitler sí que le importaba y sí que quería evitar a toda costa es que se produjeran hechos como los que le ocurrieron a Mussolini y Clara Petacci una vez muertos, cuando sus cuerpos fueron llevados al Duomo de Milán y allí estuvieron colgados varios días y noches para que todo el que pudiera acercarse escupiera.

    La existencia de planes de huída está clara con sólo tener en cuenta a una figura tan clave como desconocida de la Segunda Guerra Mundial: el General de la SS Heinrich Müller, jefe durante todo el tiempo de la Amt IV (Gestapo) y a quien por eso se conocía coloquialmente como Gestapo Müller. El o los planes que hubiera para una posible huída de Hitler seguro que estaban bajo su directo control, y hasta posiblemente diseñados por Gestapo Müller. Se sabe de él que estuvo en Berlín y que visitaba la Cancillería con regularidad hasta Marzo de 1945 cuando, como por arte de magia, desapareció de la faz de la Tierra y nunca jamás se volvió a saber de él. Él es, exceptuando al propio Hitler, el más alto jerarca del Nacional-Socialismo al que ni Weissman, ni la CIA, ni el Mossad, ni la KGB jamás echó el guante. Parece por tanto razonable pensar que Heinrich Müller y Adolf Hitler huyeron junto a un número indeterminado de fieles (como por ejemplo Eva Braun).

    https://youtu.be/e5kvZFAN454

    Un saludo tocayo felicidades por tu post!!

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    1. Hola. Ese documental lo conozco desde hace muchos años. De hecho, le dediqué una entrada hace tiempo:

      http://www.estudiodehitler.com/2008/10/la-muerte-de-hitler.html

      El documental se ha quedado obsoleto porque ahora se admite que los restos del Führer (excepto lo que queda en Moscú) fueron incinerados y esparcidos en un río.

      Efectivamente, lo que sí es de apreciar son los objetos guardados en Moscú. Unos investigadores se hicieron con algún resto del cráneo y llegaron a la conclusión de que se trataba de un cráneo de mujer. Claro que nunca dijeron cómo se hicieron con esos restos. Tienes razón, no habría más que analizar el ADN del cráneo de Moscú y compararlo con algún descendiente de la familia de Hitler. Pero, que yo sepa, eso no se ha hecho. Los rusos conservan ese cráneo con gran celo. Si se demostrara que no pertenece a Hitler quedarían en ridículo. No obstante, la dentadura sí que parece que perteneció al Führer, según los análisis de su dentista y de diversos expertos.

      Exacto. Hitler dijo que no quería ser capturado para ser exhibido por las masas vengativas. A mí no me cabe ninguna duda de que Stalin, si le hubiera capturado vivo, lo habría exhibido en una jaula en Moscú.

      No creo que Hitler huyera de Berlín. Los testimonios de los testigos dejan muy claro que el Führer se suicidó. Hitler, para el 30 de abril ya se encontraba en muy mal estado físico como para resistir una huída. Por otra parte, el suicidio formaba parte de la personalidad de Hitler. En más de una ocasión en su vida amenazó con suicidarse. Para mí lo que está claro es que Hitler se pegó un tiro en la sien, Eva Braun se envenenó y sus cuerpos fueron incinerados a medias.

      Gracias por tus comentarios, tocayo,

      Saludos

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    2. Muy bueno tu articulo que estaba en el antiguo blog en el que describes el documental!!!
      Si algún día Alemania resurge de sus cenizas todos esos objetos personales del Führer deberán estar en un lugar de honor y sagrado y no en un sótano de alta seguridad de Moscú.

      Yo también pienso que Hitler murió en la batalla de Berlín sobre todo porque no me lo imagino huyendo a un lugar seguro mientras el Reich esta siendo destruido, además el ordeno a las Waffen SS europeas que lucharan en Berlín hasta el final, lo que pasa es que hay tantas historias sobre los huesos de Hitler que a veces pienso que huyo a un lugar seguro como nueva suabia. Lo que es seguro es que el final del Führer siempre estará rodeado por el misterio

      Un saludo y gracias por la informacion!!!

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    3. tienes razón es una buena argumentación

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